"Estudiante de primera, ejecutivo de tercera"
Ellos creen otra cosa, porque tienen una imagen elevada de sí mismos, pero el futuro que les espera no es otro que ser ejecutivos de tercera en una empresa de cuarta. Y, en buena medida, a causa de su actitud, indolente y altiva. Y es que, la mayoría de estudiantes de económicas y empresariales, asegura un catedrático de una universidad madrileña “cree que por leer un par de periódicos digitales y por escuchar un par de radios de ideología conservadora ya lo saben todo”. Pero la realidad es otra. En primer lugar porque su bagaje cultural es muy pobre. No sólo presentan numerosas deficiencias en la expresión escrita (son mucho los alumnos que cometen habituales faltas de ortografía, sino que, como afirma Carlos Jesús Fernández, profesor de Sociología de la empresa en la Universidad Autónoma de Madrid, también muestran "un bajo nivel de matemáticas (que ha obligado a que algunas Facultades de Económicas hayan implantado un curso cero poco antes de las clases de primer curso con el fin de que los alumnos aprendan algunos conceptos) y en historia. Tienen una idea muy superficial de los grandes acontecimientos del siglo XX".
Sin embargo, el factor más importante a la hora de explicar su bajo rendimiento es la predisposición con que encaran su tarea. Y no sólo porque sea "muy difícil conseguir un mínimo de orden y silencio en las aulas", sino porque tampoco muestran interés por el aprendizaje en sí mismo. Y ni siquiera destacan por su capacidad reflexiva. Un ejemplo: "En un trabajo sobre precariedad laboral en España, algunos de mis alumnos mezclaban el material de Wikipedia con comentarios de blogs de ideología conservadora y con informes del sindicato abertzale LAB: al aparecer todas estas informaciones en el buscador Google en las primeras posiciones, se incorporaron al trabajo en un collage discursivo desconcertante en el que la reflexión crítica brilla por su ausencia". Y el asunto de la actitud es importante en la medida en que hemos entrado en un nuevo contexto laboral. Salvo en áreas muy concretas, las empresas ya no demandan técnicos, esos profesionales que destacaban por el minucioso conocimiento de una materia, sino que buscan personas que sepan moverse en contextos cambiantes y que estén dispuestas al reciclaje habitual. Para Eduard Prats, director general ISM-ESIC de Barcelona, la empresa exige hoy que sus empleados desempeñen distintos roles dentro de la organización. Así, "ocupar las posiciones más relevantes no depende exclusivamente de una carrera, que por supuesto aporta una base de conocimientos, sino de la ambición profesional y de la capacidad que tenga una persona para relacionarse con su entorno". Por ese motivo, ya no resulta extraño que los mejores puestos en una compañía sean ocupados por algún licenciado en filología o en historia que ha sabido entender mucho mejor qué están demandando su empresa que por un licenciado en económicas o empresariales que no ha sabido comprender el nuevo suelo.
Precisamente a causa de estas necesidades, Pedro García Cano, Director General de TMP Worldwide Advertising Communications, cree que existe un planteamiento académico erróneo, en la medida en que la "la formación que se imparte está pensada para la sociedad antigua, donde había un número de carreras limitado y donde los puestos de trabajo estaban muy definidos y estructurados. Pero eso no vale para nuestra sociedad, que es mucho más caótica, y donde se hace complicado definir las funciones de cada empleo en unas pocas líneas porque las necesidades cambian con frecuencia". Desde esa perspectiva, argumenta García Cano, se hace mucho más necesario formar a los alumnos para que adquieran una base de pensamiento sólida desde las que interpretar la realidad y no sólo una base técnica, ya que en nuestro mundo, "las reglas se redefinen todos los días". Por eso, cree imprescindible que la universidad adopte un marco educativo más abierto, "en la línea del modelo estadounidense, donde se puedan combinar conocimientos técnicos básicos con una parte humanística". Así, los ingenieros podrían compaginar el estudio de las disciplinas típicas de su carrera con otras, como sociología o filosofía, que les ayudarían a entender mejor los entornos en los que habrían de desenvolverse tras su licenciatura. "Hacia eso tiende la reforma de Bolonia. Las carreras serán más universales, más abiertas, y luego se hará un master que permita especializarse en lo que el estudiante decida. De ese modo podremos acercarnos al modelo americano que hace compatible materias muy lejanas, como puedan ser el estudio de una lengua africana y el de química; o el de una ingeniería con cursos sobre cine".
Y es que, en un entorno en el que es frecuente que un médico trabaje como gestor o que un ingeniero acabe empleado en un departamento comercial, es lógico exigir, apunta García Cano, que la formación se extienda a áreas diferentes de las puramente técnicas. Según Eduard Prats, las escuelas de negocio tratan de dar respuesta a las necesidades no cubiertas por la educación académica, en tanto más allá del conocimiento de la disciplina, es imprescindible desarrollar otras facetas de la personalidad. "La gente no sigue a una determinada persona por el cargo que ostenta, que además como todo en la vida es temporal, sino porque les convencen con su forma de ser y con sus actuaciones. Para que una persona sea competitiva debe estar bien formada, por supuesto, pero a la vez debe saber relacionarse y convencer a los que le rodean para que le sigan".
Hemos entrado, en definitiva, en un modelo de negocio que demanda otras habilidades. Y eso no va a favorecer a los estudiantes actuales, cuyo futuro profesional aparece muy ambiguo, y máxime con la crisis instalada. Salvo quienes estén directamente relacionados con la fabricación de tecnologías, la medicina o la programación, todos los demás habrán de desarrollar, asegura Carlos Fernández, "competencias más relacionadas con atributos de personalidad que con conocimientos específicos". Una tendencia que se agudizaría en el caso español, ya que nuestro tejido empresarial está formado por numerosas PYMES que, afirma Fernández, demandan de los jóvenes egresados básicamente una cosa: disponibilidad total. "La empresa española mediana y pequeña también está buscando otro perfil en el que la formación cuenta mucho menos que la disciplina y la actitud positiva hacia el trabajo. De hecho, en nuestro mercado laboral las quejas acerca de la sobrecualificación de nuestra mano de obra han sido persistentes, porque en lo en muchos casos se necesita es simplemente un "currito", alguien con unos conocimientos técnicos básicos pero con capacidad para dedicarle muchas horas al trabajo, sin necesariamente incrementar la productividad". Lo que nos llevaría, apunta Fernández, a la necesidad de reflexionar sobre un modelo productivo que prefiere trabajadores que estén muchas horas presentes en la empresa antes que aquéllos que puedan aportar algo a la misma; que "prefieren un currante antes que un profesional con proyección". Fuente: http://www.elconfidencial.com/cache/2009/01/24/sociedad_72_estudiante_primera_ejecutivo_tercera.html#
Esto es lo que hay, amiguetes grandes y pequeños...
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